
La escuela que necesitamos reconocerá que diferentes
formas de representación desarrollan diferentes formas de pensar, transmiten
diferentes clases de significado y hacen posible diferentes calidades de vida.
La sociedad actual, y
la futura aún más, necesitan un nuevo estilo de hombres y mujeres que puedan
manejarse en un mundo complejo, cambiante e imprevisible. Personas creativas e
imaginativas, capaces de integrar equipos y formar alianzas para alcanzar los
objetivos propuestos, de adaptarse a nuevas situaciones y de emplear las
estrategias apropiadas para resolver problemas inesperados.
Uno de los caminos que
la escuela pueda ofrecer para formar alumnos que estén capacitados para
responder a estas demandas consiste en crear entornos educativos desafiantes,
flexibles, con multiplicidad de estímulos, recursos y variedad de formas
organizativas de trabajo.
David Perkins, en La escuela inteligente, se refiere a la
modalidad de “la persona más el entorno”, según la cual las personas no
funcionan aisladamente sino en consonancia con el entorno, haciendo uso tanto
de la información y de los recursos físicos disponibles como de la actividad
compartida con otros[2]. Esta perspectiva de la persona
integrada e interactiva con el entorno se basa según el autor en dos principios:
1.
El
entorno –los recursos físicos, sociales y simbólicos que se hallan fuera de la
persona- participa en la cognición no sólo como fuente de suministros y
receptos de productos, sino como vehículo de pensamiento. El entorno, en su
sentido real, es verdaderamente una parte del pensamiento.
2.
El
remanente del pensamiento –lo que se aprendió- se encuentra en la mente del
alumno y también en la disposición del entorno. No obstante, se trata de un
aprendizaje genuino. El entorno, en un sentido real, sostiene parte del
aprendizaje. [3]
Recorriendo
la escuela
La escuela comienza al
ingresar donde podemos observar un grupo de alumnos de un mismo curso
trabajando en el aula mientras otros alumnos en los corredores, sentados
alrededor de mesas de trabajo, intercambian puntos de vista y comparten
información para resolver una consigna auténtica. También hay alumnos que
observan material expuesto en una pared afuera del aula, y otros, en la
biblioteca, consultan libros y buscan información en una computadora. ¿Qué les ofrece
este entorno? Paredes que parecen hablar, bolsilleros con propuestas de trabajo
autónomo y grillas de autoevaluación, equipos de docentes que circulan entre
los alumnos presentando consignas de trabajo diferentes elaboradas por ellos
mismos, posibilidades de trabajar cooperativamente y de consultar una variedad
de fuentes de información ubicadas en diversos lugares de la escuela y un libre
acceso a la utilización de los recursos disponibles.
La escena descripta nos
muestra un conjunto de elementos articulados, organizados y dispuestos
intencionalmente al servicio del aprendizaje y desarrollo de la autonomía de
los alumnos, dominando el entorno
educativo.
En el entorno educativo
de cada escuela se refleja en forma explícita o implícita la concepción de la
enseñanza y el aprendizaje que se sostiene en ella. Sus elementos constitutivos
son:
- Programa de estudios: objetivos
diferenciados, modos de selección y organización de los contenidos y tipos
de actividades.
- Recursos: variados, flexibles y
accesibles.
- Entorno social: clima social,
calidad de las relaciones interpersonales, tipo de vinculación entre los
alumnos, docentes, personal no docente, familias y comunidad.
- Entorno físico, que incluye:
a) Distribución y modos de organización
de los espacios escolares: aulas, pasillos, patios, bibliotecas, otros.
b) Mobiliario y equipamiento: cantidad y
calidad de mesas, sillas, pizarras, muebles en general y recursos tecnológicos.
c) Condiciones físicas: aire, luz,
amplitud de los espacios, el tipo de desplazamientos que permite, aspectos
estéticos, entre otros.
- Estructura organizativa: el uso
del tiempo y la distribución de los espacios en relación con las
actividades, la rotación de los docentes dentro de un curso, los sistemas
normativos que regulan la participación y la organización, los tipos de
agrupamientos y de interacciones.
La cuestión es cómo convertir este escenario en una
invitación a actuar. Es decir, no convertir la función en obra de protagonista
único, sino en una obra coral, con una multiplicidad de acciones que se
desarrollen simultáneamente, pero no independientemente las unas de las otras
sino en interrelación…
Ya hemos dicho que el
entorno educativo es mucho más que el espacio físico donde tiene lugar el acto
educativo. El desafío ahora será poner en escena todos los principios de
nuestro enfoque educativo.
Entorno
educativo y desarrollo del aprendiz autónomo
Es importante señalar
que un entorno educativo favorece la autonomía de los alumnos cuando:
·
Estimula
la elección: ofrece variadas alternativas para que el alumno escoja entre ellas
con responsabilidad.
·
Alienta
la confianza del alumno en sus propias posibilidades: ofrece propuestas que
invitan al estudiante a expresarse a autoevaluarse y lo desafían a superarse
constantemente.
·
Estimula
el interés: presenta propuestas atractivas e interesantes y da lugar a otras
que surgen de la curiosidad de los estudiantes.
·
Ofrece
situaciones abiertas de aprendizaje; los alumnos emplean sus propias
estrategias, deciden los modos de resolver los problemas planteados y los tipos
de productos a presentar.
·
Favorece
EL intercambio y el trabajo cooperativo: incluye propuestas de aprendizaje en
las que los alumnos interactúan y aprenden unos de otros.
·
Ayuda
a la reflexión y el pensamiento crítico: crea situaciones en las que los
alumnos discuten, argumentan, disciernen lo importante de lo accesorio y
evalúan la pertinencia de sus ideas en relación con los temas estudiados.
·
Propicia
la autoevaluación y la co evaluación: independiza al alumno de la evaluación
exclusiva del docente creando oportunidades y recursos para su propio monitoreo
y control.
·
Adjudica
al docente el rol de facilitador del aprendizaje; el docente colabora,
moviliza, orienta, estimula, asiste y genera oportunidades de aprendizaje que
respondan a las distintas necesidades de los alumnos.
Los entornos son
pasibles de ser evaluados mediante una matriz como la siguiente:
La imagen constituye un medio de expresión para el
hombre. Un medio por el cual recibe innumerables comunicaciones y a través del
cual puede expresarse con eficacia. Ya Pestalozzi, a principios del siglo XIX,
aportó una serie de mapas y diversa iconografía en un esfuerzo por conseguir
una mayor eficacia en la transmisión educativa. Y muchas de las propuestas
planteadas por Freinet, como la correspondencia escolar, la comunicación
escolar a través de diferentes medios (…) vuelven a estar de actualidad en las
escuelas.
La
imagen visual tiene un lenguaje propio que transmite mensajes de una forma
particular y que no es reductible al lenguaje verbal. Es un dato relevante que
la expansión de los medios de comunicación audiovisuales –considerados junto
con la publicidad de elementos indispensables de la sociedad de consumo
posmoderna-, posibilitan el desarrollo de habilidades de lectura y expresión por medios icónicos. En la actualidad la comunicación por imágenes
tiene una importancia creciente como efecto de la inmediatez y ejercen una
influencia muy importante, especialmente entre las nuevas generaciones.
¿Cuál
es la relación entre la comunicación visual y el entorno educativo?
Hemos
dicho anteriormente que el entorno educativo transmite mensajes y en ese
sentido, las paredes de la escuela son un medio privilegiado para dicha
transmisión. Por tal motivo el diseño y armado de las paredes ocupa un espacio
importante en la planeación de la tarea docente debiendo tomarse en
consideración criterios estéticos y didácticos.
La
participación activa del alumno en el diseño y elaboración de paredes no sólo
desarrolla su habilidad manual sino que también le permite poner en juego
habilidades tales como las de representación y composición, análisis,
inferencia, resolución de problemas, comprensión. Al armar una pared
relacionada con un tema de estudio se enriquece su comprensión y al mismo
tiempo puede proyectar sus sentimientos y emociones.
Las
paredes pueden ser diseñadas de tal forma que permitan cumplir propósitos
variados como: informar, despertar curiosidad, incentivar a la acción,
estimular procesos de pensamiento, y también ser testigos del aprendizaje de
los alumnos funcionando como escenarios
para su expresión.
Cuando
un docente planifica una pared debe decidir:
1) el tipo de participación que dará al
alumno en su elaboración.
2) el tipo y grado de actividad que
promueve en el alumno.
Las
combinaciones posibles entre estas dos variables aparecen en el siguiente
cuadro en el cual hemos incluido a modo de ejemplos, fotografías que el lector
podrá encontrar en este libro.
Sea
cual fuere el tipo de pared que se diseñe, su armado puede realizarse tanto al
introducir un tema como durante su desarrollo o bien al culminarlo. En
cualquier caso, lo fundamental es que conserve sus funciones de comunicadora y
de promotora de los aprendizajes de los alumnos.
Por lo dicho, advertimos que en una escuela que
atiende a la diversidad el entorno adquiere un protagonismo especial. Y hemos
esbozado las perspectivas y procedimientos que un docente deberá implementar en
la creación de un espacio que facilite a sus alumnos el trabajo en forma
autónoma de modo que puedan expresar sus ideas y ver y escuchar las de otros.
En este entorno las paredes transmitirán mensajes, e invitarán al alumno a
aprender a crear, a producir. Y el maestro no será ya más el único poseedor del
saber, ya que éste estará distribuido en
diversos lugares y entre diferentes personas.
* Fuente:
ANIJOVICH, Rebeca & MALBERGIER, Mirta & SIGAL, Celia (2005). México,
Argentina, Brasil, Colombia, Chile, España, Estados Unidos de América,
Guatemala, Perú, Venezuela: Fondo de Cultura Económica. Pp. 87-96.
[2] Podemos encontrar el origen de este concepto en: G.
Salomon, (comp.), Cogniciones distribuidas. Consideraciones psicológicas y
educativas, Buenos Aires, Amorrortu, 2001.
[4] M.Utset y A. Muxart, “El aula, escenario de la
diversidad”, en: M. Aldamiz et al., ¿Cómo hacerlo? Propuestas para educar en la
diversidad, Barcelona, Graó, 2000, p. 14.